Pretty woman

Relato inspirado en la famosa película….mas o menos

Gerardo se despertó por la mañana. A su lado estaba Lucía, hija del embajador de no sé qué país. Dormida, desnuda, boca abajo. Le miró el culo. Fue lo que más le atrajo de ella. Un culo redondito, perfecto.

Por la noche, mientras se la follaba a cuatro patas, metiéndole su polla a fondo en el coño, admirando su bello culo, le dijo que se lo iba a follar. Ella le dijo que nanay. Que por el culo no.

Tampoco le dejó correrse en su boca. Se la chupó, sí, pero con desgana. Lo hizo correr sobre su propio pecho.

Estaba harto de estas niñatas. Hermosas, muy hermosas, pero en la cama eran unas sosas. A él le encantaba el sexo. Era un auténtico caballero, pero en la cama le gustaba hacer de todo. No conseguía encontrar a una mujer de entre las de su clase que lo llenara. Todas inteligentes, perfectamente educadas. Con flamantes carreras, ricas. De familias de rancio abolengo. Pero a la hora de follar, lo dejaban indiferente.

Lo que Gerardo quería en la cama era una puta. Una mujer sin inhibiciones. Dispuesta a explorarlo todo. Entre los suyos no la encontraba, así que la buscaría en otra parte.

Gerardo descendía de una de las familias más antiguas de la región. Rico, muy rico. Y guapo, Muy guapo. Todas las ricas herederas casaderas se le arrimaban. Pero no eran lo que él buscaba. Él quería una dama que fuera una puta.

Cuando mejor se la había pasado con una mujer era cuando iba con alguna de moral relajada. Y ahora, mirando el precioso culito de la hija del embajador, se dijo que dejaría de buscar en donde no iba a encontrar lo que buscaba.

No pedía tanto. Una mujer guapa, divertida, simpática, agradable. Y una zorra en la cama. Fácil, se dijo. Tenía que haberlas. Sólo era cuestión de buscarlas.

Mirar el culo de la bella durmiente, le había puesto la polla dura, Empezó a acariciar a la dormida mujer, especialmente su atrayente culito. Se chupó un dedo y luego lubricó el ano de a chica. Lo penetró con el dedo. Ella se despertó y se movió, haciendo que el dedo se saliera.

-Buenos días, Lucía.
-Ummm buenos días Gerardo.

Él le cogió una mano y la llevó hasta su dura polla.

-Vaya, te has levantado cachondo.
-Es por tu culito. ¿De verdad no me vas a dejar follártelo?
-Joder, Gerardo. No. Tu polla es muy grande. Además, eso es de putas. ¿Qué hora es?
-Las nueve.
-Joder.

Lucía se levantó de un salto y empezó a vestirse.

-¿No me irás a dejar con la polla dura, no?
-Lo siento cariño, pero llego tarde.

Después de todo, Lucía resultó ser una zorra, pero no del tipo que Gerardo quería. Se largo dejándolo con el rabo tieso.

-Te compensaré, te lo prometo – fue lo último que ella dijo al salir del dormitorio.

Pero no lo hizo. Ella lo llamó varias veces, durante varios días, pero Gerardo pasó de ella. Le había dolido mucho que lo dejara así esa mañana.

Gerardo no tenía necesidad de trabajar, pero lo hacía. Llevaba varias empresas de la familia. Siempre fue un hombre activo, no el clásico niño rico que no da golpe. No es que se matara trabajando, pero se mantenía ocupado. Con la ventaja que si un día no le daba la gana ir a trabajar, pues no iba y ya está. Un día o una semana.

El día en que Lucía lo había dejado con el asta al viento, se fue a la oficina cabreado. Se enfrascó en el trabajo y se quedó hasta tarde. Ya de noche, regresó a su enorme casa. Enorme y vacía. Sólo para él.

El camino de regreso pasó por una zona de prostitución. Había chicas y coches que se paraban. Muchas veces había visto como alguna chica se subía a un coche que luego arrancaba. A él nunca se le había pasado por la cabeza parar, pero ese día necesitaba liberar la tensión, así que aminoró la marcha.

Miró a las chicas. Había de todo. Y de varias razas. Se fijó en una negrita bastante guapa. Paró junto a la acera. La chica se acercó al coche y se asomó por la ventanilla.

-Hola guapo. ¿Te quieres divertir un poco?
-Sí. ¿Cuánto?
-Depende de lo que quieras
-Una mamada.
-Una mamada, 30 euros. Con preservativo.
-¿Y sin condón?

La chica lo miró. Aunque nunca te puedes fiar, no parecía que ese guapo hombre, con ese coche tan lujoso fuese a pegarle nada. Además, parecía un tipo rico, así que se lanzó.

-Sin condón….60 euros.
-Hasta el final.
-Sí, pero no me trago la corrida.
-Vale, Sube.

La chica se subió al coche y Gerardo arrancó. Ella le indicó a donde ir, una zona de naves industriales bastante tranquila. Durante el trayecto le estuvo sobando la polla sobre el pantalón, así que cuando aparcó en una zona oscura, ya la tenía dura.

-Por adelantado, guapo.
-Ok.

Le dio el dinero convenido. La chica lo guardó en el bolso y después le bajó la bragueta.

-A ver que tenemos por aquí.

Gerardo apretó un botón y el respaldo de su asiento empezó a reclinarse. Lo dejó a medio bajar del todo.

Cuando la chica le sacó la polla, la recorrió con la mano.

-Vaya, no está mal para un blanquito. Buena tranca.

Se agachó y empezó la mamada. Gerardo se dio cuenta enseguida que la chica sabía chupar una polla como es debido. Con ganas, a fondo, sorbiendo con fuerza. Su boca era grande, y se la podía meter en la boca sin dificultad, aunque no hasta el fondo. Sentía la lengua serpentear por toda su polla. Se ayudaba de una mano.

-Ummmm eres una buena mamona.
-Experiencia, guapo, experiencia – le respondió sacándosela un momento de la boca. Gerardo le cogió la cabeza y la hizo volver a tragarse su polla.
-No dejes de mamar.

Generalmente, las sosas herederas con las que se acostaba la chupaban mal y sin ganas. Y si él les cogía la cabeza para dirigirlas se enfadaban. Con la puta era distinto. Le cogió la cabeza y la apretó contra él. Ella se dejó y siguió con la mamada. Gerardo sentía como la saliva de la chica le mojaba los huevos.

Había sido un día que comenzó con frustración. La mamada era estupenda y en poco tiempo la chica lo llevó al borde del orgasmo.

-Aggggggg me voy a correr…en tu….boca…

La chica se preparó cuando sintió la polla ponerse rígida. Empezó a correrse, con largos y espesos chorros de semen que se estrellaban contra su paladar y le fueron llenando la boca. Fueron 6 o 7 disparos, que la prostituta retuvo.. Cuando notó que la polla ya no soltaba más leche, la sacó lentamente de su boca.

Todo había pasado en la penumbra. Sólo había la luz de unas farolas alejadas. Gerardo encendió la luz interior del coche y miró a la chica. Tenía los mofletes hinchados.

-Déjame verlo
-¿Emmm quemmm?.
-Mi leche

Ella abrió la boca y le mostró la cavidad, repleta de semen. La lengua parecía una isla en un mar blanco. Del bolso sacó un pañuelo y escupió en éste el contenido de su boca.

-Vaya, ibas cargadito, eh?
-Eres una mamona de primera.
-Jaja, gracias. Siempre es agradable que le alaben a una en su trabajo. ¿Te apetece un polvete? Aún tienes la polla dura.
-¿Cuánto?
-Me has caído bien. 60 euros.
-De acuerdo.

La morena buscó en su bolso y sacó un preservativo. Rompió el envoltorio y lo sacó. Dejó maravillado a Gerardo cuando se lo puso usando la boca.

-Reclina el asiento un poco más.

Gerardo lo hizo, hasta dejarlo casi horizontal. La chica se quitó las pequeñas bragas que llevaba, guardándolas en el bolso. Luego, con cuidado, se subió sobre Gerardo y se sentó sobre su polla, clavándose la toda.

-Ummm vaya polla, tío. Hacía tiempo que no me llenaban el coño así.

Él llevó sus manos al culo de la chica. Su falda era tan cortita que pudo acariciar sus nalgas sin problemas. Eran duras y redonditas. Un buen culo.

Como buena profesional que era, ella no sentía placer con los clientes. Al menos no habitualmente. Pero este era un chico guapo, educado, y con una buena polla, y la estaba calentando. Empezó a cabalgarlo despacito, moviéndose hacia los lados para que la dura polla se frotara bien contras las paredes de su vagina. El coño se le fue mojando poco a poco, a medida que el placer iba invadiendo su cuerpo. Los gemidos que empezó a dar no eran fingidos.

-Joder, me has puesto cachonda….Vaya polla tienes, guapo.

Ella se movía cada vez más rápido. Quería correrse. No se había imaginado que esa noche un cliente la iba a hacer correr, pero notó que su orgasmo se acercaba cada vez más. Se empezó a estremecer hasta que no pudo más y estalló. Su cabeza golpeó contra el techo de coche, mientras su coño tenía fuertes espasmos que casi hacen correr a Gerardo, que gracias a su reciente corrida aguantó. Además, tenía en la cabeza una cosa desde que vio el culo de la hija del embajador.

La prostituta dejó de temblar y cayó hacia adelante, apoyándose sobre el pecho de su cliente. Tenía los ojos cerrados y una leve sonrisa en los labios. Hacía tiempo que no tenía un buen orgasmo como el que acababa de tener.

-Jaja! Debería pagarte yo a ti ! jajaja
-Aún no me he corrido.
-Lo sé. ¿Qué te apetece?
-Quiero follarte el culo.
-De eso nada. Tienes la polla muy grande.
-Iré con cuidado. Seguro que no soy el primero.
-No, desde luego que no eres el primero, pero….
-300 euros

La chica se quedó callada. 300 euros era más de lo que solía ganar en una noche. Podría irse a casa después sin necesitar más clientes. Se lo pensó unos segundos. A lo mejor le podía sacar un poco más.

-Bueno, no sé….
-400
-Vale.
-En el coche es incómodo. Vamos fuera.

Se quitó de encima de Gerardo. Cuando la polla salió de su coño se sintió vacía. Salieron del coche. A la poca luz que había, la chica miró la tremenda polla que le iban a clavar en el culo dentro de poco. Buscó en su bolso y sacó un tubito de crema lubricante que usaba para su vagina y a veces para su culito. Se lo dio a Gerardo.

-Embadúrnate bien la polla y mi culito. Y por favor, ve con cuidado.
-No te preocupes.

Le dio la vuelta y le hizo apoyar las manos en el capó del coche. La chica sacó el culito hacia atrás, ofrecido. Gerardo se puso crema en los dedos y luego los acercó al ano de la chica. Apenas veía. Le hubiese gustado que hubiera más luz.

Primero metió un dedo, despacito pero hasta el fondo. Gracias a la crema, entró bien. El segundo entró también sin problemas. Los movió dentro y fuera. También en redondo, dilatando el esfínter.

Aquella caricia le gustó a la chica. Lo hacía con delicadeza, como le había pedido. La puso otra vez cachonda. Se llevó una mano al coño y se lo empezó a frotar mientras el cliente metía y sacaba dos dedos de su culito. Lo meneaba en círculos.

Notó como los sacaba. Eso significaba que lo próximo sería la polla. Miró hacia atrás y observó como el hombre se untaba con la crema, sobre todo en la punta. Luego, se acercó más a ella, cogiéndose la polla con una mano. La apoyó contra su culito y empezó a empujar. Despacito. Sin prisas. Con cuidado.

Ella se sorprendió que después del leve dolor que sintió cuando le entró la punta, ya no sintió más dolor. A pesar del gran tamaño que aquella verga, él lo hacía con tanto cuidado que cuando le la hubo metido toda, sólo notaba placer.

-Uf…como la siento…
-Que culito más apretado tienes
-Fóllamelo…¿No es eso lo que querías?

La agarró por las caderas y empezó un lento mete-saca. Le sacaba la polla hasta la mitad y se la volvía a clavar hasta el fondo. Ella se frotaba el clítoris. Los dos gemían de placer.

-Agggg cabrón…me está gustando…Más….fóllame más.
-Toma polla….vaya culito que tienes.

El ritmo aumentó. Los pollazos hacían que la chica se deslizara sobre el capó del coche, en donde se había apoyado. Gerardo entonces le dio una sonora nalgada con la mano abierta. Sonora pero no dolorosa.

-Ummmmm ¿Es que he sido mala? Te he dejado romperme el culito con esa enorme polla tuya.
-Pues no parece que lo estés pasando tan mal.

El ritmo de la enculada se hizo infernal. Fue demasiado para la chica, que empezó a correrse como no recordaba en mucho tiempo. Su cuerpo se llenó de convulsiones. De su coño salieron gran cantidad de jugos y su ano estranguló aquella maravillosa polla. Gerardo tampoco pudo más y llenó el preservativo de con una abundante eyaculación. Ella sintió dentro de sí aquel repentino calor. Pensó que era una lástima que él llevara puesto el condón. Le hubiese encantado sentir como le leche hirviendo del hombre se esparcía dentro de ella.

Lentamente, Gerardo le sacó la polla del culo, se quitó el relleno condón, lo anudó y lo tiró a una papelea cercana, de un solo tiro. La chica lo miró, sonriendo.

-Vaya, tío. Vaya polvazo que me has echado. Sin duda la mejor enculada de mi vida.
-Ha sido un placer.
-Jajaja. Y para mí.

Volvieron al coche. Él le pagó los 300 euros.

-¿Te llevo al sito de donde te recogí?
-No. Por hoy he terminado. ¿Me dejarías en casa?
-Claro.

Condujo a la dirección que le dio.

-¿Cómo te llamas?
-Mi nombre de guerra es Yoli. Pero me llamo, Dolores.
-Yo soy Gerardo.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-Eres un tipo guapete, y lo por lo que se ve bastante rico. ¿Por qué has buscado una puta?
-Bueno….quizás porque no encuentro una mujer las de mi clase que me de lo que busco.
-¿Y qué buscas?
-Una…puta
-Jajajaja. ¿Y qué les pasa?
-Son sosas. Yo busco algo más…
-Ya hemos llegado. Gracias por traerme.
-De nada.
-¿Quieres…subir?
-Otro día, Dolores. Ya es tarde.
-Bueno, ya sabes donde vivo. Hasta luego.

Gerardo se quedó mirando como la chica se metía en el portal. Había sido una buena noche. ¿Por qué no eran todas las mujeres así? Ella había gozado tanto como él. Y no había fingido. Eso o era la mejor actriz del mundo.

Lo volvió a intentar. Salió un par de días con la heredera de una empresa de distribución, una hermosa chica. La primera noche no pasaron de besos y caricias. La segunda, se tuvo que contentar con una simple paja, pues la chica decía que no estaba preparada. ¿Preparada para qué? Sólo se trataba se sexo, nada más. De gozar el uno del cuerpo del otro. Ya habría tiempo de conocerse luego si la cosa iba bien.

Pero no se conocieron. No hubo una tercera salida.

Un par de noches después, sólo en su gran salón, recordó lo bien que se lo había pasado con Dolores. Pensó en ir a buscarla, pero en vez de eso cogió el periódico y lo abrió por la zona de contactos. Empezó a leer. Había muchos anuncios. Escogió uno que le llamó la atención y llamó al teléfono que indicaba.

-Hola.
-Hola. He leído el anuncio del periódico.
-Ajá. ¿Quieres una cita?
-Sí.
-¿Qué servicio quieres?
-¿Qué ofreces?
-Todo
-¿Anal?
-Sí.
-¿Oral?
-Por supuesto
-¿Con o sin?
-Depende del precio, guapo.

Cerraron la cita. Fue a verla y tuvo una estupenda sesión de sexo. Pudo realizar todo lo que quiso. Tampoco es que quisiera nada raro. Sexo normalito, pero caliente. Le pidió correrse en su cara y ella simplemente se arrodilló y se la ofreció. Pagó con gusto.

Gerardo no era tonto. Sabía que aquello era sólo un trabajo para la chica, que lo hacía por dinero. Pero para él había sido satisfactorio. Hubiese sido preferible encontrar a una mujer que lo hiciera por placer, pero hasta el momento, no la había encontrado.

Y así fue como Gerardo, rico y guapo, con muchas mujeres babeando por él ( y su fortuna), se dedicó a las prostitutas. Con ellas no había que disimular. Fingir ser quien no era. Pedía y le daban. Sólo había que pagar el precio.

Por supuesto, no todas eran iguales. Las había muy buenas, con las que repetía, y las muy malas, a las que no volvía a ver.

Feliz, feliz, no era. Le faltaba algo. Antes podía tener la parte afectiva de la relación, pero no la sexual. Ahora tenía la sexual, pero no lo afectiva. Difícil mundo, este.

Sin embargo, todo cambió un día. El día en que conoció a Vanesa.

Su anuncio en el periódico le llamó la atención. La llamó. La voz le pareció muy erótica. Como siempre hacía con las nuevas, le preguntó cuales eran los servicios y los límites. Le gustó que le dijera que no había límites. Que si le pedía algo que a ella no le gustara o le molestara, simplemente le diría que no.

Quedó con ella y fue a verla. En cuanto le abrió la puerta y la vio, le encantó. Era una chica preciosa, sobre los 25 años. Pelirroja, de piel blanca y pecosa. Unos ojos verdes intensos y penetrantes. Vestía una especie de kimono japonés rojo, a juego con el color de su pelo.

-¿Gerardo?
-Sí
-Pasa.

Se sentaron en el salón. Hablaron un poco. Vanesa le ofreció una copa. Gerardo aprovechó que ella salía para mirarle el culo. Perfecto. Redondito y con buena cantidad de carne.

-¿Por qué me miras tanto?.
-Es que..eres muy guapa.
-Gracias.

Le miró el paquete. Formaba un bulto prominente.

-La tienes dura.
-Sí. Mucho.
-Sácatela
-Sácamela tú.

La hermosa chica se sentó a su lado y llevó las manos a su bragueta. La bajó, metió un mano dentro y le sacó la polla, dura y caliente.

-Ummm tienes una buena polla. Me gustan las pollas grandes como esta.

Empezó a mover la mano arriba y abajo, lentamente. Se miraron a los ojos. Ella le sonrió.

-Hazme una mamada, pero que la vea bien.

Sin dejar de sonreír, Vanesa se arrodilló en el suelo, entre las piernas de él. Le acarició los muslos, uno con cada mano y fue subiendo hasta llegar a la polla. La agarró por la base, dejándola vertical. Acercó su boca y empezó una estupenda mamada.

Sabía lo que hacía. Le pasó la lengua por todo el tronco mirándolo con aquellos preciosos ojos verdes. Se la pasó por la cara. Se dio golpecitos en las mejillas con la polla. Finalmente, se la metió en la boca y empezó a mamar. Movía la lengua sin parar.

Gerardo gemía de placer. No solo era una hermosa mujer. Era una mamona de primera. Sabía lo que le gustaba a un hombre y lo hacía. Por teléfono ya habían quedado en no usar condón para el sexo oral.

Aumentó el ritmo de la mamada. Gerardo cada vez gemía más fuerte. Vanesa notó que si seguía se correría.

-¿Quieres correrte ya o prefieres follarme antes?
-Agggg ya…te follaré….después…
-Ummmm ¿Eres de los que pueden echar dos?
-A veces hasta tres
-Jajaja, fantasma. ¿Dónde te quieres correr? ¿En mi boca o en mi cara?
-En las dos…

Se metió la polla en la boca, sólo un poco. La cabeza y un poco más. Movió la lengua rápido todo alrededor. Con una mano lo pajeó. Gerardo miraba como los labios de la chica se apretaban alrededor de su polla. Miró aquellas dos ventanas verdes que no se apartaban de sus ojos. El orgasmo le llegó despacito pero sin parar, aumentando la intensidad hasta que el cuerpo se tensó y su polla empezó a lanzar chorro tras chorro de semen caliente y espeso.

Los dos o tres primeros se estrellaron contra el paladar de Vanesa. Después ella sacó la polla de su boca y dirigió el resto de los chorros a su cara. Gerardo la miraba. Parecía que todo pasaba a cámara lenta. Ella en ningún momento dejó de mirarlo. Su semen cayó sobre su frente, sobre sus mejillas, sobre su nariz. Cada chorro era un espasmo de placer que recorría el cuerpo de Gerardo.

Cuando la polla dejó de expulsar su cálido contenido, Vanesa dejó salir por la comisura de sus labios la leche que había caído en su boca, que bajó lentamente por hasta su barbilla. Él miraba embelesado la escena. Era lo más erótico que veía en su vida. Creyó ver en la cara de ella morbo y placer.

El corazón le latía con fuerza. Miró como Vanesa se pasaba la polla por la cara, esparciendo el semen.

-Ummmmm ibas cargadito, guapo. ¿Te ha gustado?
-Wow..Vanesa. Sin duda ha sido la mejor mamada de mi vida.
-No ha estado mal, ¿eh?
-Uf, no.
-Espera que me limpie un poco.

Se levantó y se fue al baño. Cuando regresó, con la cara limpia, miró la polla de Gerardo, que aún seguía dura, asomando por la bragueta.

-Vaya, no mentías. Aún tienes la polla dura.
-Desnúdate.

Sensualmente, se abrió el kimono, dejándolo caer al suelo. Su cuerpo era precioso. Sus tetas, de buen tamaño. Iban encerradas en un lindo sujetador negro. Llevaba también unas braguitas a juego.

-¿Estoy buena?
-Vanesa, eres preciosa. Me encanta tu piel blanca. Y esas pequitas.

Se levantó y se acercó a ella. Vanesa se dio la vuelta y Gerardo la abrazó. Su polla se apretó contra el lindo culito. Llevó las manos a las bellas tetas y las agarró con las manos. La besó en el cuello.

-Ummmmm. Ese es mi punto flaco.
-¿Las tetas o el cuello?
-Es cuello. Me encanta que me lo besen

Sin dejar de acariciar sus pechos, fue besando su cuello, cambiando cada poco de lado. Vanesa gemía como una gatita, restregando su culito contra la dura polla.

-Gerardo, me estás calentando.

Él llevó una mano lentamente a las bragas, y la metió por dentro de la prenda. Cuando sus dedos llegaron a la raja del coñito, lo encontró mojado. Podría ser que ella se lo hubiese lubricado cuando fue al baño, algo muy habitual entre las prostitutas, pero parecía real. La dureza de sus pezones era real. Y los gemidos cuando empezó a masturbarla, lo parecían. Esto calentó aún más a Gerardo.

-¿Estás cachonda?
-Ummmm un poco….
-Eso no es nada profesional – bromeó.
-Jajaja. Lo sé. Pero no todos los días tengo un cliente guapo con una buena polla. Hace mucho que no me follan bien follada. ¿Me vas a follar bien follada?
-No lo dudes.

La desnudó y se separó de ella. Parecía una diosa de fuego. Ella lo ayudó luego a desnudarse. Lo cogió por la polla y lo llevó al dormitorio. Entre risas se tiraron a la cama.

Gerardo nunca intentaba besar a las chicas en la boca. Además, ellas nunca se dejaban. Quizás para mantener la distancia con los clientes. Vanesa, en cuanto estuvieron en la cama, le cogió la polla con una mano y le besó en la boca. Sus lenguas se entrelazaron. La boca de Vanesa era fresca.

Vanesa alargó una mano y cogió un condón de la mesilla de noche, rasgó el paquete con los dientes y lo sacó. En seguida se lo puso.

-Joder, como estoy. Fóllame ya.

Gerardo no se hizo de rogar. Vanesa abrió sus piernas, dejando totalmente ofrecido su lindo coño, coronado por un poco de vello rojo como su cabello. Los labios rosados se veían abiertos, hinchados. El placer que Gerardo sintió cuando le metió la polla hasta el fundo fue maravilloso.

Vanesa cerró los ojos al sentir aquella poderosa polla que la taladraba. Se la clavó a fondo, haciéndola sentir llena.

-Agggggggg que rico…- le dijo, abriendo sus verdes luceros y mirándolo.

Lo rodeó con las piernas, atrayéndolo hacia ella.

-Venga, ahora fóllame. Sólo soy una puta caliente, dame duro. Rómpeme el coño con tu enorme polla.

Gerardo nunca se había encontrado una chica así. Tan hermosa y tan…puta. No puta en plan monetario, sino en el de zorra, caliente.

Se lo folló como ella le pedía, con grandes y profundos pollazos, mirándola a los ojos. Esos ojos lo embrujaban. Ella los entornaba, llena de placer. Se pasaba la lengua por los labios. El respirar por la boca se los resecaba. Gerardo se agachó y sus lenguas volvieron a enzarzarse en una sensual lucha.

Una de las manos de Gerardo llegó a una de las tetas. La acarició y la apretó, haciéndola gemir más fuerte. Sintió en su palma el duro pezón, y lo pellizcó con sus dedos. Primero flojito. Vanesa gimió. Luego, un poco más fuerte. Vanesa gimió un poco más fuerte. Finalmente, lo pellizcó con fuerza. Vanesa gritó y se corrió.

Su cuerpo se llenó de convulsiones, de espasmos de placer. Su vagina se contraía y dilataba alrededor de la polla de Gerardo, que no dejaba de martirizarla, de prolongar su exquisito placer.

Gerardo nunca olvidaría la expresión del bello rostro de la pelirroja mientras se corría. Era el fiel reflejo del éxtasis.

El cuerpo de Vanesa quedó flojo. Gerardo dejó de follarla, pero mantuvo su polla enterrada a fondo en aquel coño. Aún sentía como la vagina tenía pequeños espasmos.

Vanesa abrió los ojos. Sonrió.

-Vaya polvo que me has echado.

El apretó la polla contra el coño.

-Ummmm aún la tienes dura.
-Ya te dije que podía con dos. Y más con una belleza como tú.
-Adulador..¿Y qué me vas a hacer?
-¿Tú qué crees? – le dijo, mirándola a los ojos.
-Romperme el culito.
-Chica lista.
-Me encanta que me follen el culito con una buena polla…después de….que me lo coman – le dijo también mirándolo a los ojos.

Se salió de ella, que rápidamente se dio la vuelta, poniendo el culo en pompa. Gerardo miró aquel hermoso par de nalgas, blanquitas, redonditas. La polla le daba saltitos. Con gusto se la habría clavado y follado inmediatamente, pero como ella había pedido, se acercó y empezó a darle besitos en las nalgas, acercándose poco a poco al ano. Lo lamió, y sintió como Vanesa se estremecía. Era un anito limpio, clarito, precioso. Le pasó la lengua abierta. Se la pasó en punta, haciendo fuerza para penetrarlo.

Vanesa, con la cabeza apoyada en la cama, gozaba de la íntima caricia. Pocos amantes, y menos clientes, le regalaban con ese especial placer. Pero este Gerardo lo hacía con ganas. Le daba mucho gustito. Sintió que su coño casi goteaba y tuvo que llevar una mano y frotarse el clítoris, pero él se la quitó y la sustituyó por la suya.

-Aggggggggggg cabrito….que gusto me das. Me vas a hacer correr otra vez con esa mágica lengua y tus dedos.

Al oír aquello, Gerardo redobló sus lametones, sus caricias. Quería demostrarle a la mujer que era un buen amante, dispuesto a todo lo que fuera placer. Toda la zona quedó llena de saliva. Ella meneaba el culito contra su cara, gimiendo cada vez más fuerte, hasta que la sintió estallar. Su coño claramente tuvo espasmos y sus dedos se llenaron de sus jugos, mientras Vanesa cerraba los ojos con fuerza, atravesada por intensas olas de placer.

Quedó relajada, respirando agitadamente. Sabía que aún quedaba algo más. Que en breves instantes su culo sería invadido por la linda polla de su cliente. Y al contrario que otras muchas veces, ahora lo deseaba. Deseaba que la atravesara, que se la follara bien duro, con fuerza. Lástima que al final no podría sentir como la leche caliente se esparcía dentro de ella. Estuvo a punto decirle que se quitara el condón, pero se contuvo. La seguridad ante todo.

Fue muy delicado. Apoyó la punta de la polla y empezó a empujar. Una vez venció la resistencia del esfínter, la penetración fue lenta pero sin pausa. Vanesa sentía como su culito se dilataba para darle la bienvenida al placentero visitante. Con los ojos cerrados, sin moverse, gozó de la lenta arremetida. Gerardo miraba encantado como su polla desaparecía en el precioso culito. Cuando ya no pudo empujar más, agarró a la chica por las caderas. Se quedó quieto. Su espalda era muy bella. Todo en ella era bello.

-Ummmm como te siento. Tengo el culito lleno de polla. ¿A qué esperas para darme caña?
-¿Quieres caña?
-Síiiiiiii
-Pues toma!

La empezó a follar bien fuerte. Sus cuerpos sonaban al chocar el uno con el otro. Gerardo estaba encantado. Sin dura, era la mejor enculada de su vida. No sólo era el placer físico, sino el placer de que fuera ella la que se lo pidiera. La manera en que meneaba las caderas con cada pollazo. Como gemía, pidiéndole más polla, que la follara más fuerte.

Gerardo empezó a sudar por el esfuerzo. Estaba al borde del orgasmo, pero no podía correrse antes que ella. Tenía que quedar como un hombre, como un macho poderoso. Pero si ella no se corría rápido no podría aguantar y se vaciaría por completo en el fino plástico del preservativo.

Vanesa también gozaba como nunca, y no tenía que retenerse. Se dejó llevar y estalló en un orgasmo tan fuerte que la dejó sin respiración. Gerardo ya no pudo más y la acompaño, cayendo sobre ella, y luego, los dos sobre la cama.

Estaban sudorosos. Respiraban agitadamente.

-Vaya polvo, Gerardito.
-Ya lo creo, Vanesa.
-Jajaja, porque yo lo valgo.

Después de ese magnífico día vinieron otros más. Gerardo había encontrado en Vanesa a la mujer perfecta. Hermosa y zorra. Que fuera una puta no le importaba. Con ella se sentía mejor que con cualquier otra mujer que hubiese conocido en su vida. El sexo con esa mujer era lo que él siempre había estado buscando.

Vanesa estaba encantada con Gerardo. Era, sin duda, su mejor cliente. No por el dinero. Ella tenía un precio y él lo pagaba. Era educado, buen tipo, y la follaba muy bien. Su polla era magnífica. Si todos los clientes fueran así, sería capaz de trabajar gratis, le decía, a veces, entre risas.

Ella no sabía mucho de él. Se imaginaba que tendría dinero, sí, pues con ella se gastaba mucho, pero no tenía ni idea de lo asquerosamente rico que era.

Una noche, mientras Gerardo volvía a casa después de una estupenda velada con Vanesa, la echó de menos a su lado. Con las otras mujeres, aunque sosas, se despertaba junto a ellas. Con Vanesa no era así. Después de follar se iba a casa y dormía solo.

¿Cómo sería levantarse por la mañana abrazado a Vanesa? ¿Dormir sintiendo su calor? ¿Oír su respiración? Se le ocurrió una loca idea. Dio la vuelta y volvió a casa de Vanesa. Tocó el timbre y ella le abrió.

-¿Aún quieres más, tigre?
-Jajaja. Pues…sí.
-No me lo creo, fantasma. Te dejé para el arrastre.
-No es eso. Vamos al salón. Tengo algo que proponerte.

Se sentaron en uno de los sofás. Ella lo miraba, curiosa.

-Verás, Vanesa. Quiero una semana entera conmigo
-¿Cómo?
-Pues eso. Una semana entera para mí. El dinero no importa. Te pagaré lo que me pidas. Vivirás una semana entera conmigo.
-Follando como locos.
-Bueno, no todo el tiempo. Habrá que comer, dormir…
-Gerardo…no sé…..
-Venga mujer. Serán como unas vacaciones pagadas.
-Te saldrá caro.
-Ya te dije que el dinero no es problema.

Vanesa se lo pensó. Siete días, a 600 euros, serían 4200. Mucha pasta.

-4000 euros. – lo dijo sin mucha convicción, pensando que él diría que era mucho.
-Digamos…¿6000?
-!6000! ¿Me vas a pagar 6000 euros por pasar una semana contigo?
-Sí.
-No será una broma.
-¿Tengo cara de estar bromeando?
-No.

Vanesa sintió un leve tembleque en el cuerpo. 6000 euros era mucho por una semana. Además, Gerardo era un buen tío. Se lo podría pasar muy bien y ganarse un dinero fácil.

-Vale, dijo. Seré tu puta particular una semana.
-Perfecto. Mañana por la mañana te paso a recoger e iremos a una clínica que conozco para que nos hagan análisis. Cuando nos den los resultados, si todo está en orden, te daré el dinero.
-De acuerdo.
-Hasta mañana.

Cuando Gerardo se fue, Vanesa empezó a dar saltos en el salón.

-6000 euros! coño, 6000 euros por una semana.

A la mañana siguiente sonó el timbre de la puerta. Era él, pulcramente vestido. Vanesa se puso una camisa y unos vaqueros que le daban forma a su bello culo. Gerardo la piropeó.

Subieron al coche de él. Un carísimo deportivo. Vanesa estaba maravillada. La llevó a una clínica privada. Ella se dio cuenta de que lo trataban con suma cortesía, y a ella, como su acompañante, también.

Les sacaron sangre y les hicieron algunas pruebas. Después los hicieron pasar a una salita de espera hasta que estuvieran los resultados.

-Isabel – dijo Vanesa.
-¿Qué?
-Isabel. Es mi verdadero nombre. Pero llámame Vanesa, si quieres.
-Isabel me gusta. Encantado, Isabel.

Ella le sonrió. No sabía por qué se lo había dicho. Pero sintió la necesidad.

Estuvieron allí más de una hora, durante la cual se fueron conociendo, sobre todo Gerardo a Isabel. Le contó que era de un pequeño pueblo y que había venido a la gran ciudad a estudiar, pero que las cosas habían salido mal.

-¿Tus padres saben a qué te dedicas?
-Mi padre sí. Mi madre no. Creo que se moriría si lo supiese.
-¿Cómo terminaste así?
-Gerardo…no quiero hablar de eso.
-Vale, perdona por ser tan cotilla.

En ese momento llegó el médico. Para alegría de ambos, les dijo que los dos estaban perfectamente, sin ninguna enfermedad contagiable. Le dijo a Isabel que estaba un poco baja de hierro, pero que por lo demás, estaba perfectamente.

Isabel estaba encantada. De allí fueron a al banco de Gerardo. Se sentaron en el despacho del director. Le pidieron a Isabel el número de cuente y ordenaron la transferencia. Cuando le dieron el comprobante, el corazón se le quería salir por la boca.

Salieron del banco y se subieron al coche.

-Bueno, guapo, ya soy tu puta durante toda una semana, desde ahora.
-Vamos a tu casa y haz la maleta.

La esperó en el salón mientras ella recogía las cosas que podría necesitar. Después volvieron al coche y partieron. No la iba a llevar a su casa habitual. Era demasiado grande y expuesta. Quería tranquilidad, así que la semana la pasarían en un pequeño pero lujoso ático que tenía en el centro. Entraron al garaje y aparcó.

-Isabel, desde que te conozco he querido oír una cosa.
-¿El qué?
-El sonido de tu garganta al tragarse mi semen.

Ella no dijo nada. Sólo le sonrió y acercó una mano a su bragueta. La polla estaba dura. Bajó la cremallera y, con dificultad, le sacó la polla.

La mamada fue lenta, llena de besos y lametones. Le pasó una y mil veces la lengua alrededor de la punta. Y todo sólo con la boca, sin usar las manos. Gerardo de recostó en el asiento y gozó de la cálida boca de aquella mujer. La lengua parecía tener vida propia. No dejaba de serpentear alrededor del tronco de su verga.

No hubo necesidad de avisarla. Isabel sabía el momento exacto en que se produciría la corrida, y se preparó. Fue una eyaculación espectacular. El habitáculo del coche se llenó de los gemidos del hombre que se corría abundantemente en la boca de ella, que cuando notó que se llenaba, tragó. Haciendo ruido. Para que él lo oyera.

Isabel necesitó cuatro tragos para que todo el semen se depositara en su estómago. Gerardo quedó relajado en el asiento. Sentía aún espasmos en su polla. Sentía aún la boca succionar.

Levantó la cabeza lentamente. Le dio un sonoro beso en la punta y se sentó.

-Hacía mucho que no me tragaba una corrida. Lo echaba de menos.
-Te vas a hartar!
-Jajaja

Le guardó la polla y subieron al ático. Tenía de todo. Acogedor, con unas vistas impresionantes. Le enseñó la polvera, como ella lo llamó y le mostró el ropero en donde guardar sus cosas.

-¿Tienes hambre? – le preguntó Gerardo.
-Mucha. Tu leche me supo a poco! jajaja
-Pues vamos, conozco un sitio perfecto.
-¿Voy bien así o me cambio?
-Vas bien, pero ponte algo con falda corta.
-Tú mandas.

Cuando la vio aparecer se maravilló. Vestía una falda vaquera a medio muslo y una preciosa blusa. Era una de las mujeres más hermosas que conocía, sin duda. Le miró aquellos cautivadores ojos verdes, su rojo cabello.

-¿Voy bien así?
-Perfecta.

Se volvieron a montar en el deportivo y salieron de la ciudad. Gerardo acariciaba sus desnudos muslos. Ella lo miraba sonriendo abriendo las piernas. La mano cada vez bajaba más por la suave piel. Para cuando llegó a las bragas, las encontró empapadas.

Mirando la carretera, empezó a parle un dedo a lo largo de la raja, sobre la braga, frotando sobre el clítoris. Por encima de la música que sonaba en la radio empezó a oír los gemidos de Isabel. Aumentaron de intensidad cuando la mano de él se metió por dentro de la braga. Encontró el coño babosito.

Gerardo sabía a dónde se dirigían, y midió los tiempos y la intensidad de la masturbación perfectamente. Isabel estalló en un suave y placentero orgasmo cuando llegaban a un lujoso restaurante.

-Ya hemos llegado.
-Ummmm me has dejado flojita, bribón.

Gerardo salió del coche, dio la vuelta y abrió la puerta de Isabel. Era le primera vez en la vida de ella en la que un hombre le abría la puerta del coche. Le tendió una mano, Isabel la cogió y la ayudó a salir.

-Gracias, caballero.
-A sus pies, señora.

El restaurante era muy lujoso se veía caro. Isabel no se atrevió a pedir, así que Gerardo lo hizo por ella. La elección fue estupenda. El vino que pidió, para ella hubiesen significado al menos 4 clientes. Estaba rico, eso sí.

Durante la exquisita comida la hizo reír muchas veces. Gerardo era hablador y divertido. Le hizo olvidar que era una puta y él su cliente.

Después de comer, la llevó a dar un paseo por los alrededores. Había un precioso bosque, frondoso y solitario. Caminaban el uno junto al otro.

-Oye, Gerardo, siempre he querido hacerte una pregunta.
-Dispara.
-Se ve que eres un hombre con dinero. Eres atractivo. Podrías tener a todas las mujeres que quisieras..¿Por qué entonces…?
-¿Voy con una…?
-Puta. Eso es lo que soy.
-Bueno, pues…Sí, no tengo dificultades en acostarme con hermosas mujeres de mi, digamos, estatus social.
-¿Entonces?
-Es que no he encontrado entre ellas ninguna que sea una puta en la cama. Son todas modositas, muy finas. Niñas de papá. Yo en la cama quiero una puta.
-Y en la calle, una señora.
-Eso es.
-Bueno, conmigo ya tienes la puta.
-Hasta ahora no me has demostrador que no seas también una señora.

Aquellas palabras hicieron le pusieron los vellos de punta a Isabel. Nunca jamás ningún cliente, ningún hombre, la había tratado así. No la hacía sentir una puta, sino, simplemente, mujer.

Caminaron un poco más, hasta llegar a un pequeño riachuelo. Se sentaron a la sombra de unos grandes árboles, sobre la hierba fresca. Se miraron, se acercaron el uno al otro y se besaron. La pasión fue subiendo. Los besos se intensificaron y las manos acariciaron. Las tetas, el culo. Gemían en la boca del otro.

-Me estás poniendo cachonda otra vez.
-Pues ahora te voy a follar.
-Ummmmmm..¿Me vas a follar como a una señora o como a una puta?
-¿Tú qué crees?
-No importa lo que crea. Quiero que me folles como a la mayor puta del mundo!

Las bragas volaron y cayeron al agua del riachuelo, y fueron arrastradas por la corriente. Cuando Isabel sintió la tremenda estocada que Gerardo le dio, clavándole la polla en el coño hasta el fondo, gritó de placer. Gerardo empezó una tremenda follada, fuerte, a fondo, haciendo golpear los dos cuerpos. El coño de Isabel lo recibía con calor, con humedad.

Los botones de la camisa de Isabel saltaron por los aires cuando Gerardo la abrió. Sus manos atraparon las dos hermosas tetas sin dejar de follarla. Su piel blanca y llena de lindas pechas se llenó de marcas rojas que dejaban los dedos.

-Aggggggggg cabrón!!! Esto sí es follar! Más….rómpeme toda! AGGGGGGGGGGGG

El orgasmo fue arrollador, brutal. Isabel estalló y su espalda se arqueó, separándose de la hierba. Aquella enorme polla seguía martilleándola, sin parar, haciendo que su orgasmo durara y durara.

Quedó rota, sin fuerzas. Pero aquel maravilloso hombre aún no estaba satisfecho. Se la sacó y le dijo que se diera la vuelta. Despacito, Isabel obedeció y le ofreció su precioso culito. Podía hacer con ella lo que quisiera. Había pagado para eso. Pero aunque no lo hubiese hecho, ella abría obedecido igualmente.

Cerró los ojos con fuerza cuando la poderosa polla volvió a clavarse en su coño, recomenzando la tremenda follada. Esta vez, además, le metió uno de los pulgares en el culo, follándolo también. A pesar de que se encontraba aún sin fuerzas por el tremendo orgasmo anterior, volvió a gemir de placer. Su coño no dejaba de manar líquidos. Y Gerardo no dejaba de follarla.

-Que buena estás! Cómo me gusta follarte.
-Ummmmm dime lo que soy…
-Eres mi puta. Sólo mía.
-Siiiiiiiiiiii tu puta caliente…Fóllame más….

El cuerpo de Isabel se encogió cuando sintió una palmada en sus nalgas. Luego otra. Su placer aumentó. Gerardo miró como la blanca piel del lindo culo se fue enrojeciendo poco a poco. Isabel no dejaba de gemir y gemir

-Me voy..a correr…otra vez…..cabritoooooooooooo.

Su cuerpo dejó de responderle. El intenso placer la atravesó de arriba a abajo, haciéndola temblar de pies a cabeza. Jamás había sentido un placer así, tan total. Cayó hacia adelante, sobre la hierba. La polla de Gerardo quedó brincando en el aire, mojada, llena de jugos, apunto del orgasmo. Se acercó a la bella mujer. La cogió por el pelo y la hizo girar la cara hacia él. Isabel entreabrió los ojos y vio las intenciones del hombre. Cerró los ojos y sonrió.

El semen golpeó su cara una y otra vez. Caliente, húmedo. La sensación le encantó. Abrió un poco la boca y Gerardo dirigió los chorros finales a sus labios, a su boca.

Con la polla en la mano, goteando semen, Gerardo miró aquella diosa roja. Su pecosa y lechal piel cubierta de leche. Los rosados labios manchados con su blanca esencia. No se pudo resistir. Bajó su cabeza y la besó. Un beso tierno que los fundió en un largo abrazo. Al rato, Isabel le susurró al oído:

-Creo que la que te tiene que pagar soy yo! jajaja

Cuando se levantaron del suelo, Isabel se miró. La camisa abierta, sin botones. La falda descolocada, sin bragas. El pelo revuelto. La cara con rastros de semen.

-Joder, parece que me han violado!
-Jajajaja.

Se recompuso la ropa como pudo. La camisa se la anudó y le quedó muy bien. Dando un paseo, volvieron al coche y luego regresaron a la ciudad. Estaban tan cansados que sin desvestirse siquiera, se acostaron en la cama y se durmieron.

Al rato, Isabel se despertó. Se sintió extraña. No era sólo por estar en una casa que no era la suya, por estar en una cama que no era la suya. Se sintió extraña porque estaba abrazada a un hombre. Estaba acurrucada contra él. Sentía su calor. Oía su tranquila respiración. Casi no recordaba la última vez que había estado así con un hombre.

Lo miró. Era muy guapo. Así dormido tenía una expresión de paz en el rostro. Y que bien follaba el muy ‘joío’. Se pegó aún más a él. Apoyó su cabeza en su pecho y escuchó el suave retumbar de su corazón. Cerró los ojos.

Sin saber por qué se puso a recordar el día en que su vida cambió para siempre. El día que su padre vino a verla, llorando. Le contó que estaba desesperado. Que había pedido un dinero prestado a una personas no muy deseables y que ahora no podía devolverlo. Que esas personas no se andaban con chiquitas. Que o les pagaba o le harían daño. Mucho daño, a él, a su madre, o a ella. Isabel intentó buscar el dinero. Pero era una simple estudiante que se mantenía gracias a un trabajo a tiempo parcial y a lo que su madre le mandaba del pueblo.

Recordó lo desesperada que se puso, temiendo por su padre, por su madre. No sabía de qué sería capaz esa gente. No tenía nada ahorrado. Vivía día a día.

Entonces, nació Vanesa. Y Vanesa consiguió reunir parte del dinero. Llamó a su padre y se lo dio. Le dijo que les dijera a esos hombres que le diesen más tiempo para reunir el resto.

-¿Cómo has conseguido el dinero? – le preguntó su padre.

Ella no respondió. Sólo lo miró y luego bajó la mirada. Cuando su padre comprendió, sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero cogió el dinero y se fue.

Los intereses abusivos hicieron que la deuda creciera y creciera. Cuando por fin Isabel consiguió el dinero para el último pago, ya su vida estaba destrozada. Ya no pudo volver, dejar todo aquello. Estaba marcada. Para siempre.

Oyendo el latir del corazón de Gerardo, se durmió.

….

Horas después, Gerardo abrió lentamente los ojos. Sintió el agradable peso de la cabeza de Isabel sobre él. Con cuidado de no despertarla, se levantó, y desnudo como estaba, fue a la cocina.

Cuando Isabel se despertó, estaba sola. Como siempre. Sola. Se empezó a entristecer. Siempre iba a estar sola. Pero en ese momento, Gerardo entró en la habitación, con una bandeja. Había preparado unos bocadillos y unos refrescos.

-Hola preciosa. No sé tú, pero me muero de hambre.

Casi no le salieron las palabras Isabel. No es habitual que un hombre le traiga la comida a la cama. De hecho, era la primera vez.

-Ummmm también. Estoy…canina.

Se comieron los bocadillos con gusto, riendo, como niños. Cuando terminaron, sacudieron las sábanas para que la migas no les molestasen luego para dormir.

-¿No hay nada de postre? – preguntó Isabel, mirándolo con ojos pícaros. Verdes ojos pícaros.

Gerardo se acostó boca arriba, se puso las manos detrás de la cabeza.

-Sírvete. Hay leche caliente.
-Ummmmmmmm mi madre me decía que le leche caliente ayuda a dormir.
-Sabia, tu madre!
-Jajajaja.

Se metió la floja polla en la boca. Pero floja por poco tiempo. Empezó a crecer y crecer, llenándole la boca. Le encantaba chupar aquella polla. Gerardo miró un rato la estupenda mamada. Era lenta, muy lenta, para dar placer, pero sin precipitar el orgasmo.

-¿Y para mí no hay postre? – preguntó Gerardo, mimoso
-Ummm, no sé. ¿Qué le apetece al señor?
-Pues…conejo
-¿Conejo? ¿De postre?
-De postre, de primero, de segundo. El conejo que yo digo es bueno a todas horas.
-Jajajaja.

Isabel se subió encima de Gerardo y formaron un perfecto 69. La mamada continuó igual de lenta. Él empezó a lamerla al mismo ritmo, despacito. Ambos gozaban de un suave placer. El coño de Isabel se fue mojando cada vez más. La sangre tornó más intenso su rojo color, los hinchó. Gimió cuando sintió la lengua de Gerardo lamer su culito. Aceleró la mamada. Él la imitó.

La habitación se llenó de gemidos. De él y de ella. Cuando un dedo del muchacho penetró el ano de ella, lo imitó. Se chupó un dedo y penetró el culito de él. La polla se estremeció en su boca. Los dos se follaron el uno al otro sin dejar de chuparse, de lamerse, hasta que Gerardo no pudo más y estalló, llenando la boca de Isabel con chorro tras chorro de semen. Isabel lo retuvo un poco antes de tragarlo con placer, y estallar, a su vez, en la boca del hombre, que también se bebió sus jugos.

-Uf. necesito una ducha.
-Mejor un baño, ¿no?
-¿De espuma?
-Claro.

En la bañera cupieron los dos sin problemas. El agua caliente los cubrió. El vapor empañó el espejo. Estaban muy a gusto. Uno frente al otro. Gerardo había echado sales minerales y jabón, que formando espuma flotaba sobre el agua. Isabel se relajó, cerrando los ojos. Eso sí que era vida.

Gerardo miró a la bella mujer que tenía en frente. Con el rojo cabello recogido en un improvisado moño. Iba sin maquillar, al natural. Debajo el agua, los pies estaban entrelazados. los de él a los lados de Isabel y los de ella a los lados de Gerardo. Despacito, Gerardo fue acercando uno de ellos y lo metió entre las piernas de ella. Como una serpiente, lo fue acercando lentamente. Isabel notó el roce. Sonrió, pero sin abrir los ojos.

-Ummm, creo que hay algo debajo de agua. Algún..bicho..
-¿Un bicho? ¿Quieres que lo mate?
-No..no…déjalo. Creo que no muerde..

Los dedos llegaron al final. Con cuidado, empezaron a acariciar la zona. Gerardo la miraba. Isabel seguía con los ojos cerrados, reflejando lo que sentía en su rostro. Y lo que sentía era mucho placer. El agua caliente, y unos dedos que recorrían los labios de su coño. El agua impedía a Gerardo notar la excitación de Isabel, pero su cara la reflejaba. El dedo gordo encontró el clítoris y lo frotó delicadamente, provocando que Isabel se retorciera de placer.

-Agggggg que bichito más travieso.
-¿Seguro que no quieres que lo mate?
-Noooooooooo déjalo…agggggg déjalo… es mi amigo…agggggg
-A ver si me pongo celoso.

El orgasmo reflejado en el bello rostro le pareció muy hermoso a Gerardo. Fue un orgasmo suave, tranquilo, pero largo, que hizo gemir a la chica, levantando su cuello. Luego quedó relajada, con una sonrisa en los labios. El ‘bicho’ se retiró.

-Uy, el bichito se ha ido.
-Creo que no se ha ido lejos. Seguro que volverá.
-Ummmm, eso espero

Como un niño chico, Gerardo le tiró agua a la cara a Isabel, que riendo, se la devolvió. Empezaron entonces una guerra incruenta, entre risas. El suelo quedó lleno de agua. Isabel se tiró sobre él, agarrándolo con las manos. Lo miró a los ojos.

-Creo que debajo del agua hay otro bicho. Uno al que le gusta refugiarse en húmedas y oscuras cuevas.
-Sí, hay uno de esos. Pero hoy ha salido mucho de caza y está cansado. No creo que esté para escavar mucho.
-Oh, pobrecito. El bichito está cansado.

Aún así, Isabel se subió sobre Gerardo. Sus blancas tetas quedaron fuera del agua. Se abrazó a él y lo besó, con pasión. Las manos de Gerardo acariciaron su espalda y fueron bajando hasta las nalgas, sumergidas. Las bocas estaban pegadas, y las lenguas se tocaban.

-Fóllame.
-Ya quisiera yo… preciosa. Dame unas horitas para recuperarme y ya verás.
-¿Una horitas? ¿Para eso has pagado 6000 euros por una puta? ¿Para follártela dentro de unas horitas?
-Que no soy un superhombre…
-Puedes hacerme lo que quieras. Puedes follarme la boca, el coño, el culo. Puedes insultarme, decirme lo que te dé la gana. Si lo deseas, puedes pegarme. Pero fóllame.

Aquella endiablada mujer consiguió lo que buscaba. La polla de Gerardo empezó a endurecerse bajo el agua, hasta rozar los muslos de Isabel.

-Vaya, parece que el bicho excavador ha venido, después de todo – dijo Isabel.

Se levantó un poco y sentó. La polla se clavó lentamente en su coño. Gerardo puso las manos en sus caderas y la guió, haciéndola subir y bajar a lo largo de su dura polla, mientras besaba y lamía sus pezones, incluso dándole pequeños mordisquitos.

Isabel subía y bajabas sobre la dura estaca. Estaba muy excitada. Aquel hombre la ponía a mil. Rotaba las caderas para que la polla se rozara con las paredes de su vagina, para que arrastrara su clítoris al entrar y salir. El placer era enorme. Lo abrazó, pegándolo contra ella, y se corrió, gimiendo, con los ojos cerrados, sintiendo su cuerpo vibrar. Gerardo sintió como su vagina tenía espasmos alrededor de su polla, pero no se corrió.

-¿No te corres?
-No creo que pueda, preciosa. De verdad que necesito recargar fuerzas.

Su orgullo profesional no le permitió dejar a ese cliente tan especial así. Empezó a cabalgarlo de nuevo, esta vez más fuerte, apretando los músculos de su vagina. Él no se corrió, pero Isabel volvió a estallar. Quedó agotada.

-Cabrito. Te estás haciendo de rogar.
-Déjalo.
-De eso nada. Salte del agua. Siéntate ahí.

Le señaló la parte de atrás de la bañera, que era plana y permitía sentarse cómodamente. Le cogió la polla con una mano y empezó una buena paja. Acercó la boca y le chupó los huevos, uno a uno. Después, bajó un poco y le lamió en culo. Gerardo abrió las piernas y se puso de manera que ella pudiese lamerlo con facilidad.

Sintió un gran placer. La paja y la lengua en su culo, combinadas, le daban mucho gusto. Empezó a gemir, lo que animó a Isabel. Notó que la polla se ponía más dura. Entonces, subió la boca y se la tragó, a la vez que le metía, con cuidado, dos dedos en el culo. Se la mamó y le folló el culo durante un buen rato, apretando con los dedos la próstata, hasta que consiguió su ansiado premio. Rico y sabroso semen, que se tragó todito. No fue mucha cantidad, pero el orgasmo de Gerardo fue muy fuerte.

-Agggg, lo has conseguido.
-¿Lo dudabas?

Se secaron. Los estaban agotados, a pesar de la siesta que hicieron. Había sido un intenso día, así que se fueron a la cama. Allí había una gran tele, y la pusieron.

Cada uno se acostó en un lado de la cama. A Isabel le hubiese encantado acurrucarse en su pecho, pero no lo hizo. Sólo era una puta, y él su cliente.

-Buenas noches, Gerardo.
-Buenas noches, Isabel.

Se dio la vuelta, dándola le espalda a él. Oyó como apagaba la tele y después la luz. Y entonces, se sintió abrazada. Gerardo se pegó a ella, pasándole un brazo por encima. Se sintió protegida, a salvo. Se sintió, bien. Cerró los ojos y se durmió.

Por la mañana, algo la despertó. Aún medio dormida, sintió un peso encima de ella. No sabía lo que pasaba hasta que una dura polla se clavó en su coño, muy poco lubricado aún.

-Agggggggg buenos…días…
-Buenos días, preciosa.

La besó con pasión, empezando a follarla. Iba con cuidado, hasta que notó que el coño se empezaba a mojar. Entonces aumentó el ritmo de la follada.

-Aggggg Nunca me habían despertado a pollazos!
-¿Te gusta?
-Me encantaaaaaaaaa
-Uf, y a mí. Siempre me levanto con la polla dura
-Pues despertarme…agggggggggg así…..siempre…

La penetración se intensificó. Isabel cerró los ojos y gozó de la matutina follada, que la hizo estallar de placer cuando sintió como la vagina era llenada de un espeso e hirviente líquido. Sin sacarle la polla, la besó largo rato.

-¿Qué haremos hoy?
-Follar – contestó Gerardo.
-Jajajaja.
-¿Qué te apetece hacer?
-Follar
-Jajajaja. ¿Te gustan los churros?
-¿Como el que tengo enterrado en el coño?
-Ese ya sé que te encanta. Digo con chocolate.
-Sip.
-En la cocina hay todo lo necesario. Haz un buen chocolate. Yo voy a la churrería de la esquina.

Saltó de la cama. Isabel miró el lindo culete de Gerardo. Observó, apoyada en un codo, como él se vestía.

-Vuelvo enseguida.

Isabel fue a la cocina. No le costó encontrar las cosas. Puso leche a calentar y preparó las tazas. Cuando Gerardo regresó, el chocolate estaba listo.

Devoraron con gusto los churros. Ella los mojaba y luego se los llevaba a la boca. Se los comía haciendo ver que eran pollas. Gerardo la miraba, sonriendo. Cuando se comieron el último, ello lo miró, mimosa.

-Ay, que pena. Ya no quedan churros. Me comería uno más. ¿No tendrás tú uno?

Gerardo se levantó y se acercó a ella. Lucía un buen bulto.

-Ummm creo que sí queda uno.

Le bajó la cremallera y le sacó el precioso churro.

-Vaya pinta más rica. Creo que es de los rellenos de crema. Pero me gusta mojarlos en chocolate.

Cogió su taza y metió la polla dentro. Aún quedaba la mitad de chocolate y estaba bastante caliente. Aún así, la metió hasta el fondo. Luego la sacó y se la metió en la boca.

-Ummmm que rico churro.

Le hizo una estupenda mamada. De vez en cuando le mojaba el churro en el chocolate, para después limpiarle la polla con la boca. Llegó un momento en que Gerardo le cogió la cabeza con ambas manos y empezó a follarle la boca. Se corrió entre espasmos y gemidos de placer. Isabel se tragó, haciendo ruido, todo el semen.

Le limpió los restos de chocolate a lametones.

-Ha sido el mejor desayuno de mi vida- dijo, divertida.

Ese día no salieron de casa. Pidieron comida china. Como habían dicho, se dedicaron a follar, tomándose descansitos. Aunque Gerardo no podía correrse tanto como hubiese deseado, hacía correr a Isabel con sus dedos, con su boca, con su polla.

La siesta fue de las largas, casi de pijama y orinal, como decía el literato. Y acabó con un estupendo polvazo.

Cenaron lo que sobró de la comida. Ya no hubo más sexo ese día. Los dos estaban agotados. Pusieron en el salón, en un estupendo homecinema, un par de películas. Una sentimental para ella y una de acción para él.

Isabel, de reojo, vio como Gerardo intentaba disimular las lagrimas en la parte emotiva de la película, sobre un perro que añora a su dueño y va todos los días, durante años, a esperarlo. Cuando el perro muere de viejo, los dos lloraban como magdalenas.

Más tarde se fueron a la cama. Esta vez, ella no esperó a que él la abrazara. Se pegó a su cuerpo y le pasó la mano por encima del pecho. Gerardo pasó su brazo por detrás de su cabeza.

Y, entonces, él le dio un beso en la cabeza. Isabel se estremeció.

-Buenas noches, Isabel.
-Buenas noches, Gerardo.

Gerardo se despertó con una agradable sensación. Algo cálido y caliente besaba su polla. No abrió los ojos. Dejó que Isabel siguiera con la mamada. Sentía la lengua subir y bajar a lo largo de la polla, las manos acompañarla. Sentía la succión cuando se la metía en la boca, y como la lengua se enroscaba alrededor del tronco. Procuró no gemir, hacerse el dormido. Oía el sonido que hacía la boca al chupar, y también a Isabel gemir. ¿Se estaría masturbando mientras se la chupaba?

El placer le llegaba. Con los ojos cerrados, pudo concentrarse en sentirlo nacer en lo más profundo de su ser y crecer, crecer, hasta que todo se concentró en su polla. El orgasmo fue fuerte, potente. Varios chorros de semen fueron disparados con fuerza contra el paladar y la lengua de Isabel. Gerardo oyó como ella tragaba. Oyó como ella gemía con fuerza. Notó como ella temblaba. Isabel también se estaba corriendo, llenando la mano que la masturbaba de sus jugos.

Relajado, Gerardo sintió la lengua lamerlo ahora delicadamente. Un par de besitos en la punta. Y después, un beso en los labios. Un beso saldado.

-Buenos días, guapo.
-Buenos días, preciosa.

Se revolcaron un rato en la cama, besándose y tocándose.

-Oye…¿Has visto Prety woman? – preguntó Gerardo
-¿La película?
-Sí.
-Claro.

Le dio una palmada en el culo.

-Pues vístete, que nos vamos de compras.

Isabel había visto la película. Y seguramente que como todas las chicas como ella, prostitutas, soñó alguna vez que ella era Julia Roberts y que algún día aparecería un Richard Gere. Su Richard se llamaba Gerardo. Pero aquello era sólo una película y esto la vida real. No se haría ilusiones falsas. Disfrutaría de esos días y después volvería a la cruda realidad.

Fueron de tienda en tienda. Miraron mucho, pero compraron poco. Un par de lindos trajes, zapatos y bolsos. Él entró con ella en todos los probadores, y en todos le metió mano. En todos la hizo arrodillar y chuparle la polla, pero la paraba cuando estaba a punto de correrse. Incluso se la folló en uno de ellos, haciéndola correr, tapándole la boca para que las dependientes no oyeran los gemidos. Pero por las miraditas que le echaban, estaba claro que sabían lo que había pasado en el probador. Él no se corrió.

La llevó a una última tienda y le compró un traje elegante pero sobrio, de ejecutiva. Le dijo que se lo llevara puesto. Luego la llevó a una óptica y le compró unas gafas, con el cristal sin graduar. De pasta, no de metal. Cuando Isabel se miró en un espejo, parecía una alta ejecutiva. El último toque se lo dio al recogerse el pelo en un moño y pintarse los labios de rojo intenso, con un pintalabios de esos que no manchan.

-¿Por qué me has vestido así?
-Jeje, para cumplir una fantasía que tengo desde hace mucho.

Le contó lo que tenía que hacer. A ella le gustó la idea. Se dirigieron a la empresa de Gerardo. Ella esperó en la calle y el subió a su despacho.

Al poco, un preciosa ejecutiva, de pelo rojo, pulcramente vestida, con el pelo recogido en un moño, se presentó en la planta. Todos se quedaron mirándola, especialmente los hombres. La ejecutiva, se dirigió al mostrador de información.

-Buenos días.
-Buenos días. Vengo a ver a Don Gerardo Martínez.
-¿Tiene cita con él?
-No.
-¿Quién le digo que es?
-Isabel Pulido, de Svenson & Jhonson
-Un segundo, por favor.

La secretaria salió de detrás del mostrador y tocó a la puerta del despacho de Gerardo.

-Señor, Isabel Pulido, de Svenson & Jhonson desea verle.
-Ah, estupendo. Hágala pasar.
-De acuerdo, señor.

La acompañó al despacho, la hizo pasar.

-Señor, la srta Pulido
-Isabel, cuánto tiempo.

Gerardo se levantó y le estrechó la mano, afectuosamente.

-Rosa, por favor. No me pasen ninguna llamada.
-Sí, señor.

La secretaria se marchó, cerrando la puerta. Los dos estallaron de risa

-Jajaja, se lo han tragado todo.
-Es que pareces una ejecutiva de verdad. Si hasta caminas como si tuvieras una escoba metida en el culo!
-Jajajajaja

El despacho de Gerardo era amplio. Una gran mesa, detrás una estupenda silla y más atrás, la pared, solo que no era una pared, sino cristal. Se veía todo el magnífico paisaje exterior, pero desde fuera era como un espejo.

-Bueno, Isabel Pulido, de Svenson & Jhonson – le dijo sentándose en su amplia silla – a mamar!
-A sus órdenes, Don Gerardo Martínez.

La guapa ejecutiva se arrodilló entre las piernas de Gerardo, que giró la silla, poniéndola de lado. Si giraba un poco la cabeza, veía la gran ciudad tras el cristal. La polla ya estaba dura. Bajó la bragueta y la sacó. También sacó los dos huevos. Era, sin duda, una hermosa polla.

Allí, en su despacho, Gerardo gozó de la que sin duda fue la mejor mamada de su vida, hecha por la preciosa pelirroja. Aquellos labios rojos apretados alrededor de su polla, subiendo y bajando a los largo del troco. Sus hermosos ojos verdes, mirándolo mientras lamía, uno tras otro, sus cargados huevos. Las gafas le daban un toque intelectual que añadía más morbo a la escena

Isabel se esmeró en hacer el mejor trabajo. Se metió la polla a fondo, chupando fuerte, sorbiendo. Se ayudaba con la mano, pajeando, besando. Cuando la lengua subía, despacito, muy despacito, desde la base de la polla hasta el capullo, Gerardo se estremecía. La polla se ponía cada vez más dura. Gemía con más intensidad. Isabel sabía que aquello no iba a durar mucho más. No dejó de mirarlo ni un segundo. Le gustaba verlo así, con la cara reflejando el intenso placer que su boca le daba.

-Agggggg me voy a correr…Isabel….me voy a correr.

Isabel abrió la boca. Su mano subió y bajó, despacito, pero apretando, a lo largo de la polla. El primer chorro, potente, espeso, caliente, salió disparado de la punta de la polla y le cruzó la cara, desde la frente a la nariz, sobre el cristal de las gafas. El segundo también se estrelló contra su bello rostro. Y el tercero. Los siguientes cayeron sobre la lengua, dejándola blanca.

La polla dejó de contraerse. Dejó de disparar. Isabel seguía con la boca abierta, la cara llena de semen, las gafas con regueros de blanca leche. Apretó la polla desde la base hasta la punta y extrajo un último poco de semen que recogió en la boca. Se relamió y tragó. Gerardo, con sus dedos, recogió lo que pudo de su cara y se lo llevó a la boca. Isabel le limpiaba los dedos.

-¿Qué, Don Gerardo? ¿Ha resultado todo a su plena satisfacción?
-Srta Pulido. Ha sido perfecto.

Se agachó y la besó, con pasión. Al rato salieron juntos del despacho. Rosa, la secretaria, se le aceró.

-Don Gerardo, le recuerdo la recepción de esta noche.
-Ah, sí, sí. Lo había olvidado. Por favor, Rosa. Llame y diga que iré acompañado. Isabel Pulido.
-De Svenson & Jhonson. Sí, señor.

Cuando bajaban en el ascensor, ella le preguntó que qué recepción era esa.

-Bah, el embajador de no sé qué país, que por lo visto es nuevo y quiere darse a conocer.
-Uf, no sé si encajaré en ese ambiente.
-Encajarás perfectamente.

Fueron a comer a un caro restaurante, y de allí volvieron a casa, a hacer una siestecilla.

La despertó algo que le hacía cosquillas en la cara. Cuando se espabiló, comprobó que era Gerardo que le pasaba la dura polla por la cara. Abrió la boca y se la clavó hasta la garganta. Le folló la boca un poco y se la sacó.

-Vístete, que nos vamos.
-¿Y mi lechita?
-Más tarde, preciosa. Necesito rellenar el depósito.

Isabel abrió sus piernas, dejando a la vista su bonito coño. Gerardo comprobó que estaba mojado, excitado.

-¿Me vas a dejar así?
-Llegaremos tarde.
-Creí que entre vosotros no era elegante ser puntuales.

La miró. A la mierda el embajador. Se lanzó hacia aquel coño que lo llamaba, comenzando una soberbia comido que hizo gemir a Isabel.

-Agggggg cabrito…que bien me lo comes…Qué lengua tienes.

Se agarró a los muslos de ella y la lamió con fuerza, con ganas, haciéndola estremecer de placer. Atrapó el clítoris entre los labios, y lo golpeó con la lengua hasta que ella estalló en su boca, con la espalda arqueada sobre la cama, gritando de placer. Quedó sin fuerza, despeinada, sobre la cama.

-Venga, ahora vístete.
-Ummmm
-No seas remolona
-‘ta bien.

Se levantó y fue al baño, a hacer un pis y arreglarse, mientras Gerardo se vestía. Se puso un traje impecable, y esperó a Isabel.

-¿Ya estás? – le gritó desde fuera.
-Tranquilo, que las mujeres necesitamos nuestro tiempo.

Gerardo se impacientó y entró al baño. Isabel aún estaba desnuda, mirándose al espejo mientras se maquillaba.

-¿Pero aún estás así?
-Mi niño. Esto lleva su tiempo.

La observó como se pintaba. Se echaba hacia adelante para verse mejor, haciendo que su precioso culo se echara hacia atrás. La polla se le fue endureciendo.

Se acercó a ella, y le empezó a acaricias las nalgas. Isabel le sonrió a través del espejo. Gerardo se llevó la mano a la boca y se chupó los dedos, para seguidamente llevarlos al anito de la chica. Lo acarició y metió dos dedos.

-Ummmm así no se puede una maquillar. Llegaremos tarde.
-¿No decías que no era elegante ser puntuales?

Los dedos hicieron tope. El coño de Isabel se estaba mojando rápidamente. Entonces oyó el sonido de una bragueta abrirse. Se miraron a los ojos a través del espejo. Los dedos salieron del culito y algo gordo se apoyó contra él, y de un empujón se coló dentro.

-Agggggggggg

La empujó hacia adelante, haciendo que su cara se apoyara sobre el frio espejo, y empezó a encularla con fuerza, en profundidad. Sentía el apretado culito agarrar su polla, dándole un inmenso placer, a ambos. Isabel tenía los ojos cerrados, y disfrutaba aquella dura polla que entraba y salía de su culo cada vez más rápido., más profundo, hasta que sintió como la polla temblaba dentro de ella y un agradable calor se esparcía en sus entrañas. Abrió los ojos y vio la imagen de Gerardo en pleno orgasmo, con los ojos cerrados y la boca igual, mostrando sus blancos dientes, apretados con fuerza. Verlo así, sentir el semen llenándola y la polla distendiendo su ano, lo acompañó con un nuevo orgasmo.

Cuando la soltó y pudo apartar la cara del espejo, éste estaba empañado. El maquillaje se le había corrido.

-Capullo, ahora tendré que empezar otra vez!
-Jajaja- No tardes.

Se fue al salón a esperarla, y cuando por fin salió, la boca se le abrió sola.

-¿Qué tal?
-Estás….maravillosa

Tenía uno de los vestidos que había comparado, rojo, a juego con su pelo, que dejaba sus pálidos hombros al desnudo. El cabello se lo había recogido sobre la cabeza, dejando su largo cuello al descubierto. El conjunto lo remataban unos zapatos negros de charol, con tacón.

-Señora – dijo, ofreciéndole su codo
-Caballero, respondió, tomándolo.

Bajaron el ascensor. Se miraban el uno al otro. De repente, Isabel estalló en carcajadas.

-¿De qué te ríes?
-Es que… jajajaja..es la primera vez… jajaja que voy a una fiesta con el culo lleno de leche
-Jajajaja

Llegaron tarde, lo que hizo que todos los miraran. Entraron cogidos de la mano. Sonriendo y sin mover los labios, Isabel le dijo.

-Nos están mirando.
-A mi no, a ti.

Eso hizo que se pusiera más nerviosa. Gerardo la cogió con fuerza y entraron. La presentó como una amiga. Poco a poco, Isabel se fue tranquilizado y al final disfrutó de como la trataban todos, con respeto, con admiración.

Cuando se dio cuenta, estaba sola. Gerardo se había alejado, hablando con unos amigos, dejándola a ella con un grupo de mujeres jóvenes, hermosas.

Mujeres en grupo, hombres…cuchicheos seguros.

-Qué suerte tienes, Isabel – le dijo una guapa morena
-¿Por?
-Por salir con Gerardo. Es el soltero más codiciado. Muchas de nosotras ya lo hemos intentado, pero es duro de pelar. ¿Verdad Lucía?. Creo que tú fuiste su última conquista.

¿Lucía? Isabel recordó que Gerardo la había nombrado una vez. Una rubia de culo soberbio pero una sosa en la cama.

-Quizás – les dijo – es que no le dais lo que él quiere.
-¿Qué quieres decir? – preguntó Lucía.
-Pues, que no sois suficientemente putas.

Se dio la vuelta y las dejó con la boca abierta. Fue en busca de Gerardo. Éste le presentó al embajador, que la miró con ojos libidinosos.

-Don Gerardo. Tienes Vd. suerte. Esta es sin duda la criatura más bella de la sala.
-Lo sé, embajador. Lo sé.

Isabel no estaba acostumbrada a tanto cumplido, y se sintió flotar. Más después de un par de copas de champan. O cuatro.

-Gerardito…estoy..mareada.
-¿Nos vamos?
-Sí, será lo mejor.

Durante el camino de regreso, le pidió que parara. Abrió la puerta y vomitó en la calla.

-Lo siento. Lo siento.
-No te preocupes, mujer. Te habrá sentado mal la bebida.

No hablaron más hasta llegar a la casa. Isabel fue directa al baño. Volvió a vomitar y se lavó la boca. Salió llorando.

-¿Qué te pasa, Isabel?
-Soy un desastre. Has pagado por una puta y si me intentaras follar ahora seguro que te vomitaba encima.
-No seas tonta.
-Lo siento.
-Deja ya de decir lo siento.

Se acercó a ella y la abrazó. Isabel siguió llorando, y él trató del calmarla.

Le había mentido. No lloraba por eso. Lloraba por lo que le había dicho a las chicas en la fiesta, que no eran lo suficientemente putas como para que él las quisiera. Ella si era lo suficientemente puta, pero era una puta de verdad. Sólo una puta.

Al rato consiguió calmarse. Él la ayudó a desvestirse y la metió en la cama. Se acurrucó en su lado, dándole la espalda.

La luz se apagó y sintió como él se metía en la cama.

«Que no me toque..por favor..que no me toque», se repetía Isabel.

Pero lo hizo. Se acercó a ella, se pegó y la abrazó.

-Buenas noches, Isabel.
-Buenas noches, Gerardo.

En la oscuridad, él no vio como las lágrimas caían por sus mejillas.

….

Por la mañana se sintió mejor. Se dijo que tenía un trabajo que hacer. Que ya lo había cobrado y que era una profesional. Se dijo que se olvidaría de locos pensamientos, de estúpidas películas y que el resto de días que quedaban se lo pasaría en grande follando con aquel maravilloso hombre.

Así que se puso mano a la obra, es decir, que llevó sus manos a la fláccida polla y la toqueteó hasta despertarlos, tanto a ella como a Gerardo.

-Hola guapo.
-Hola preciosa. ¿Estás mejor?
-Estupendamente. Cachonda perdida. Y veo que tú también.
-¿Te gusta montar a caballo?
-Me encanta.
-Pues cabálgame.

Se subió sobre él y se sentó sobre la soberbia polla, comenzando una cabalgada de antología. Gerardo le acariciaba las tetas mientras ella subía y bajaba, clavándose y desclavándose en la dura estaca.

Se corrió un par de veces antes de que Gerardo, grujiendo de placer, le llenara el coño de una buena cantidad de semen, caliente, espeso.

Se echó hacia adelante, poniendo su cabeza sobre el pecho de él, La polla seguía palpitando dentro de ella.

«¿Por qué diablos te has enamorado de él?», se decía. «No es para ti».

El resto de su ‘contrato’ fue igual. Igual de maravilloso. No era sólo que aquel hombre la follara divinamente. Que la hiciera estremecer de placer. Es que la trataba con respeto, como a una dama. La hacía reír. No se sintió una puta con él en ningún momento.

La semana pasó. Llegó la última noche. Al día siguiente, todo de acabaría. Volvería a su antigua vida. Volvería a ser sólo una puta.

Cuando se acostaron, lo miró.

-Gerardo..¿Te puedo pedir algo?
-Claro.
-Esta semana contigo ha sido maravillosa. Jamás había gozado tanto con un hombre.
-Ni yo con una mujer.
-Me has follado de todas las maneras posibles.
-Jeje, sí.
-Me..¿Me harías el amor?

Él la miró, extrañado.

-¿Qué quieres decir?
-Pues..que no me folles. Que..que seas tierno. Que me lo hagas suave, con ternura.
-¿Es que no te gusta como lo hemos hecho hasta ahora?
-Claro que sí. Me encanta. Pero desearía que esta última vez fuera distinta.
-Ven aquí.

Se acercó a él y la besó. Sin prisas. Un largo y tierno beso, casi sin que las lenguas entrases en la boca del otro. Solo leves toques.

Sin dejar de besarla, empezó a acariciarla. Apenas rozando su piel. La sintió temblar. Llevó su boca a los duros pezones y los lamió y besó. Isabel, con los ojos cerrados, gemía. La mano de Gerardo empezó a bajar, hasta que se perdió entre las piernas de ella. Pasó un dedo a lo largo de la mojada rajita, y la masturbó.

Isabel llevó también una de sus manos a la polla. La agarró, sintiendo su calor y su poderío.

Todo su cuerpo se estremeció en un suave orgasmo provocado por los sutiles dedos de aquel hombre, que la miraba, sonriendo.

-Eres tan hermosa.

La volvió a besar.

-Te deseo, Isabel.
-Te deseo, Gerardo.

La penetró despacito, casi sin empujar, dejándose resbalar dentro del acogedor coñito. Le besó largo rato sin moverse, sólo manteniendo la polla bien dentro. Eso bastó para que Isabel se volviera a correr, abrazándolo con fuerza.

-Agggggg Aggggggggg ummmmm que rico…

Empezó a moverse, entrando y saliendo de ella a fondo, pero despacito. Los ojos de Isabel permanecían entornados. Durante todo el tiempo se miraban, solo interrumpiendo la mirada para besarse.

Aquella manera de placer, suave y tierna, con aquella preciosa mujer, fue para Gerardo algo maravilloso. El placer que él sentía era inmenso, y no podía dejar de mirar aquellos ojos entornados, llenos de placer.

Cuando Gerardo se corrió, cada chorro que se estrellaba contra el fondo de la vagina de Isabel se reflejaba en los párpados de los ojos de ella. Cada chorro de placer de él era un espasmo de placer de ella.

Después, se besaron. Largo rato. Hasta que la polla se puso floja y salió.

-Gracias, Gerardo. Gracias.
-Gracias a ti. Ha sido maravilloso.

Se durmieron abrazados.

Gerardo se despertó. El sol le daba en los ojos. Estiró una mano para acariciar a Isabel, pero no estaba. Estaba solo en la cama.

Se levantó y la buscó. No la encontró. En el espejo de la entrada, había una nota.

«Querido Gerardo. Estos días contigo han sido maravillosos. Pero todo acaba. Espero que no me olvides. Yo a ti no lo haré.
Por favor, no me busques. No me llames.
Adios.»

Gerardo no entendía nada. ¿Por qué se fue sin despedirse? ¿Por qué no quería que la llamara?

Cogió el teléfono y la llamó. Cuando Isabel vio su número en la pantalla, tiró el teléfono por la ventanilla del taxi, haciéndolo pedazos contra el asfalto. No pudo contener las lágrimas.

-¿Está bien, señorita? – le preguntó el taxista.
-Sí, estoy bien.

Llegó a su piso e hizo las maletas. Sabía que él vendría, y no lo soportaría. Se marchó.

Gerardo la buscó. Llamó una y otra vez a su teléfono, pero no dio con ella. Tocó una y otra vez a su puerta, pero nadie contestó. Se abrió la puerta de un vecino y un señor mayor asomó la cabeza.

-La puta se ha ido, caballero. La vi salir con unas maletas hace un rato.
-No es ninguna puta – le gritó. El hombre se metió en la casa y cerró la puerta.

Cabizbajo, Gerardo se dio por vencido. No entendía por qué se había ido así.

Volvió a su ático. Lo encontró vacío. Algo faltaba. Ya no era lo mismo. Faltaba ella. Por eso lo dejó y volvió a su otra casa. Allí no habría recuerdos de ella.

«En unos días la olvidarás», se dijo. Pero no fue así. Por las noches, sólo en la cama, la añoraba. Por las mañanas, adormilado, estiraba los brazos para abrazarla, pero sólo encontraba el vacío. Y lo que más le sorprendía de todo, es que a pesar de la maravillosa semana que pasó con ella, llena de sexo salvaje, de situaciones morbosas, lo que más recordaba era esa última noche, en la que le pidió que le hiciera el amor.

Pasó una semana. Y luego otra. Estaba triste. Recordó lo que le gritó a aquel estúpido viejo. Que no era una puta.

«Pero lo es. Es una puta. Y …la amo. No me importa lo que sea. Será mía..para siempre».

Isabel había hecho las maletas y se había marchado al pueblo, con su madre y su padre. No les contó nada, sólo que necesitaba tranquilidad, sosiego.

Su madre, sabia mujer, enseguida notó que su niña estaba mal. Le preguntó que qué le pasaba. Entre lágrimas, le dijo que nada, que estaba bien.

-¿Es por un hombre, verdad?
-Sí.
-¿Lo quieres?
-Con toda mi alma.
-¿Es….casado?
-No…no es casado.
-¿Entonces? ¿Él no te quiere?
-No. No…no lo sé.

La madre la miró a los ojos.

-¿Es…un..cliente?

Isabel se quería morir. ¿Cómo lo sabía?

-Tu padre me lo contó todo. No soy tonta, y noté que algo pasaba. Vi que estaba con malas compañías. Y lo noté asustado. No tuvo más remedio que contármelo todo.

-Oh, mamá! Lo siento. Lo siento.
-¿Qué sientes? ¿Habernos salvado, quizás, la vida?
-Pero tuve que hacer…cosas.
-Shhhhhhhh todo eso ya pasó. Ahora estás en casa.

La abrazó con fuerza. Isabel le contó lo de Gerardo. Lo maravilloso que era. Que aún sabiendo lo que ella hacía nunca la hizo sentirse como una puta. La madre la intentó consolar.

Se pasaba los días casi sin hablar. Y paseaba mucho por el campo, en la finca de su padre. Se sentaba en una gran piedra y miraba las amplias extensiones aradas.

Un par de semanas después, la madre de Isabel estaba en la cocina y tocaron a la puerta. Cuando abrió, descubrió un apuesto joven.

-Buenos días, señora. ¿Isabel vive aquí?
-¿Eres Gerardo?
-Sí, soy yo – dijo él lleno de alegría – Entonces es aquí. Por fin. ¿Ella está?
-No, ahora mismo no. Está en el campo.
-¿Me podría indicar dónde?
-Ummm, creo que se perdería. Espere, Gerardo. Le diré a mi marido que lo acerque. !JUAAAAAAAAN!

Al poco apareció un señor maduro, el padre de Isabel.

-Juan, este joven es Gerardo, amigo de Isabel. Llévalo a verla. Seguramente estará en su roca.

Juan lo miró de arriba a abajo. Era un joven bien trajeado, que no pegaba mucho en un pueblo. No sabía nada del asunto. Isabel sólo se había sincerado con su madre.

-Bueno. Sígame, caballero.

Salieron por la parte de atrás de la casa. Había un desvencijado coche y el hombre se dirigió hacia él.

-¿No tendrá Vd. una limusina blanca, no?
-Jajaja. No, señor. Solo este viejo coche y un tractor.

Isabel estaba sobre su roca, mirando el horizonte. Allí se respiraba paz, tranquilidad. Le encantaba ese silencio. Sólo se oía el viento, los pájaros. Allí se olvidaba de todo.

Ensimismada en sus pensamientos, al principio no oyó el ruido que se intensificaba. Cuando lo sintió, se dio la vuelta. A lo lejos se acercaba un tractor. Reconoció que era el de su padre. Le extrañó que estuviera por allí. Levantó la mano y lo saludó en la lejanía.

Se quedó mirando como se acercaba el vehículo. Empezó a distinguir a su padre, al volante. Pero, había algo más. Alguien más, subido al techo del tractor. Extrañada, entrecerró los ojos para tratar de distinguir al loco ese.

No era del pueblo, eso seguro. Parecía que vestía un traje. Segundos después, sintió que todo su cuerpo se estremecía. No lo podía creer. Era Gerardo.

Sin poderse mover, casi sin poder respirar, miró como el tractor se acercaba. Se detuvo como a 30 metros y Gerardo se bajó. Se acercó a ella. Isabel no podía apartar los ojos de él. La boca no se le cerraba.

-Hola Isabel – le dijo cuando estuvo a su lado – No encontré ninguna limusina.

Lo miró. Con sus bellos ojos. Los dos corazones latían con fuerza. Al fin, Isabel consiguió hablar.

-¿Qué quieres?
-A ti.
-¿Cómo me encontraste?
-Con dinero todo se puede. Preguntando. ¿Por qué huiste?

No contestó. Sólo miró al suelo. Gerardo se acercó más a ella, y le levantó la cara poniendo sus dedos en su barbilla. Vio que sus ojos estaban acuosos, a punto de llorar.

-Te busqué. Te llamé. No podía dejar de pensar en ti.

Las lágrimas cayeron por sus mejillas.

-Pero…soy una pu…

No la dejó terminar. Le puso un dedo en los labios.

-Eres una señora. Quiero que seas mi señora. Te quiero, Isabel.

La besó, y ella lo abrazó con fuerza.

A veces, las películas se hacen realidad.

FIN

Acerca de abe21abe21
Escritor aficionado

12 Responses to Pretty woman

  1. Shamante says:

    Bien acabo de terminar de leer esta historia cierta como lo comentaste basada casi en la pelicula «MUEJER BONITA».. que me gusto… que aqui si se describre la intimidad entre estos dos protagonistas… mi profesion es esa misma.. las experiencias que he tenido con algunos cabaleros y damitas han sido la mayoria placenteras, y cierto lo que expresa aqui. Cuantas veces soñamos con despertar al lado de un hombre que nos ame, nos trate como damas en la calle y como unas putas en la intimidad. Cierto es que somos pobres a lo que se refiere en educacion sexual.. estamos cubiertos por muchos tabues y eso nos hace tener ciertos limites en la intimidad.
    Yo quiero un hombre que me ame como mujer. Pero desafortunadamente el machismo no lo permite.. ya que Como puedes amar y respetar a una mujer que se acuesta con el que le paga.
    que tristeza da…
    Pero gracias por hacernos soñar al menos con tus relatos de un gran amor y un gran hombre.

  2. sonia says:

    muy lindo relato quede en suspenso ,porque no me pasaria a mi una cosa asi , que consiguiera una mujer como esa , para mi ,la querria con locura , saludos alberto

  3. Monica says:

    Hola, espero sigas escribiendo maravillosamente. Te conozco desde hace mucho, bueno, conozco como escribes y me parece maravilloso cada uno de tus relatos… tienes los dos puntos de vista. El de hombre y el de caballero… eres fenomenal.
    Tienes absolutamente la razón, en el equilibrios de las cosas… de los sexos, esta la felicidad completa.
    ¿Sabes? A mi me pasa al revés, o mas bien digamos que yo soy como Gerardo, y nunca encuentro hombres como Isabel. jajajaja.
    Es difícil ser y no ser lo que quieren, he tenido varios novios, que dicen que no les gustan «las putas», y si te comportas como una en la cama, casi te quieren degollar, pues dicen que eres de las que cobran… jajajaja, y la realidad es que lo hago por puro gusto.
    Ah pero eso si, si se topan con una prostituta en la calle, la suben al coche sin dudar y hacen y deshacen con ella lo que conmigo no. ¿Puedes creer eso? Yo no.
    Puedes informarme donde consigo un «Gerardo» jajaja, digo, no quiero sus millones, sino sus mente imaginativa y su facilidad sexual jajajaja por decirlo de una manera, claro que si tiene millones mejor… jajajaja. ¡Ah no verdad! Me proyecte.
    Cuidate. Gracias, gracias, gracias por tus historias. Besos

    • abe21abe21 says:

      Muchas gracias por tus comentarios, Mónica.
      Ya he dicho que los hombres quieres una dama en la calle y una puta en la cama. Bueno, más que una puta, una zorra.
      Pero eso es solo un dicho. A la hora de la verdad, luego muchos nos son así. En realidad quieres que sus mujeres sean unas santitas y se van con las putas para hacer cosas que con sus mujeres no hacen, aunque ellas estuvieran dispuestas.
      Creo que sé por qué es. Por son, somos, inseguros. Piensan que si su mujer es una zorra, abierta a todo, que le gusta todo, siempre caliente, siempre cachonda, lo será con nosotros…y los demás. Piensan que eso que hace con nosotros lo hará con otros, que los engañará. Que se abrirá de piernas para el primero que le diga cosas.

      Somos complicados! jajajaja. Bueno, vosotras

      Besos

      • Monica says:

        Vaya, vaya, esa no me la esperaba. ¿Complicados? Si, definitivamente son muy complicados, eso de la inseguridad es muy cierto, confesando algunos secretos contigo, que ya ni son tan secretos, yo no tuve relaciones hasta los 27años… :$ ni como solucionar eso, fue tiempo perdido, y todo por ciertas inseguridades mas lo complicado que es entender lo que quieren los hombres.
        Y si, sigo sin comprender lo que quieren, pero lo indagare con cada uno… asi me tarde toda la vida… al menos la disfrutaré jajajaja
        En fin, el sexo es definitivamente delicioso, genial y simplemente SUBLIME. Algo que tu siempre pones en tus relatos, por eso me gustan tanto. Besos

        • sonia says:

          hola monica me gustaria conocerte , mira que el nombre que uso , es uno de fantasia , odes escribirme a ese corrao si te interesa conocernme , que luego te contestaria en el normal , soy de montevideo uruguay y estoy buscando una mujer comprensiva y le gusate vivr la vida
          en una forma sana .feliz navidade te deseas tu futuro amigo alberto

  4. Noehver says:

    Todos los hombres desean una señora en público y una puta en privado. No son cosas incompatibles, pero muchas no saben verlo. Mejor para las que si sabemos.

    Me ha encantado tu relato, no he podido evitar tocarme jiji.

    Bss

  5. Adrian says:

    Excelente historia/relato, me atrapo de principio a fin, mas intensa y mas humana que la película, mis respetos, desde la ciudad del sol, al norte de México, Saludos.

    Adrian

  6. Ernest Ferrer-RENUEVO says:

    Un relato excelente, maravilloso en su texto. Es como dices la película escrita, pero más en dulce, no tan contrapolada a la realidad. Me ha encantado, al igual que todos tus relatos.
    Un abrazo amigo

  7. Alfonso says:

    ¡¡¡QUE GRANDE ERES!!! Cómo eres capaz de pasar del desenfreno, de la tensión sexual extrema a la pasión más dulce, bonita e intensa.
    Como diría aquel personaje de película… ¡A Dios pongo por testigo que… si fuera productor haría esta versión erótica en película! Seguramente quedaría más real y cercana de la de la Roberts y el Gere…
    Lo siento pero no se me ocurren nuevo halagos que decirte…

    ¡¡¡¡¡¡¡¡S O B E R B I O!!!!!!!!

  8. SigosiendoYo says:

    Dolores. Precioso nombre!
    Mi abuela se llamaba Dolores, aunque siempre quiso que le llamaran Lola. Dios, que mujer! Con sus 1.52 ponía firme al más plantado. Como la echo de menos! Lo poco bueno que sé, lo aprendí de ella.

    Me ha gustado que pintes a «tu chica» de esa manera. Pelirroja, piel blanca y pecosa. Mis preferidas!

    Tu relato de hoy es genial. Ay Pretty Woman! Fantástica pelicula. Cuantas niñas soñaron con ella, y cuantas odiaron verla.

    Pero vayamos a tu relato…A ver si nos fijamos un poquito! No soy de las quiquillosas que sacan pegas a lo que leen, pero, hombre a ver si nos centramos. Gerardo, Fernando ? Un deslíz. Vale. Acepto barco. Pero es que luego a tu niña de repente se le ponen los ojos azules. Y eso no, los prefiero verdes. Digamos que…son dos pequeños gazapos.

    Sigo opinando que casi , casi lo mejor de tus relatos son los diálogos. «…díme lo que soy». Muy bueno eso. Y con lo de «..Bueno, Isabel……a mamar». Ahí si te has lucido.

    Con que una ejecutiva trajeada, con gafitas muy zorrona ? Umm, buena fantasia. Si señor ! Ya te digo yo que son unos » cuantos» los que comparten esa fantasia.

    Hachiro. Yo también lloré con ella. Es curioso, rara vez me emociono con peliculas, pero cuando lo he hecho, siempre salían animales. Sabías que está basada en una historia real ?

    En fín…Si, definitivamente me ha gustado leer tu relato. Tiene una mezcla muy sutil.

    Un último apunte. Me voy a tomar la libertad de expresar un pensamiento. Son muchos los que buscan o desean la panacea, esa mujer que siendo una gran Dama se convierte en la mejor de las Zorras para uso y deleite del macho. Pero…si tropezaran con ella, serían capaces de «satisfacer» a semejante Hembra? Y no me refiero a saber follarla. No, semejante Mujer no se conforma con eso. Porque como tú muy bien dices…a veces, solo a veces…

    Y dicho esto…Nos vemos un tu próximo relato !

    • abe21abe21 says:

      Gracias por tu extenso comentario.
      Tienes razón con lo de los gazapos. Lo bueno que tiene el blog es que aquí, al contrario que en todorelatos.com, puedo corregirlos. Serán verdes. Me gustan todos, verdes, azules, negros profundos. Pero para un pelirroja, verdes..

      Jeje, has pillado la pelicula. Yo tambien lloré con ella. Tengo dos perros y me bebía las lágrimas.

      Dicen que los hombres somos simples. Y puede ser. Creo que todos compartimos más o menos las mismas fantasías.

      Y encuanto a lo de la dama y la zorra, no es nuevo. Pero se da también a la inversa. Creo que muchas mujeres dicen que buscan al hombre tierno, amable, que las trate como a reinas, pero al final lo que les gusta es que se las follen bien folladas.

      En el equilibrio está la perfección. En los dos sexos. Porque en potencia, nos dais tres vueltas.

      Besos

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